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Un cuaderno


De entre las muchas cosas absurdas que me pasaron la primera vez que estuve en Londres, recuerdo una con la que todavía siento lo mismo que entonces. Vagabundeando, buscando el hueco que nunca encontré, me encontré, curiosamente, un cuaderno. En esos días estaba muy bloqueado y al abrir el cuaderno, olvidado encima de un banco de un parque, vi lo que yo fantaseaba con hacer (escritos y dibujos) y me maravilló. En una primera ojeada al cuaderno no encontré ningún dato de su dueño. Lo empecé a leer despacio, estaba en inglés y me costaba entenderlo (aprendí más inglés gracias al cuaderno que con ninguna otra cosa). La primera parte era un diario aburrido, como una lista de actividades, pero a la mitad contaba la muerte de su madre y lo culpable que se sentía, porque cuando ocurrió, ella (ahí me enteré que era una chica) estaba en plena rebeldía adolescente, discutían mucho, incluso desapareció de su casa varias veces, al leer esto dije en alto «Tú no tienes la culpa». Entre las partes aburridas había páginas de mucho dolor muy emocionantes. Me sentía mal leyendo algo tan íntimo, pero era la única manera de poder devolvérselo. Uno de los dibujos era de una chica hablando por teléfono (en esa época no había móviles ni internet), en el teléfono había un número (esos teléfonos tenían un recuadro para apuntar el propio número). Llamé desde una cabina y contestó un chico muy seco, le explique como pude, sin más me dio su teléfono. Llamé y le dije que tenía su cuaderno y quedamos para devolvérselo, había pasado más de un mes desde que lo encontré. Yo fantaseaba con contarle todo el periplo hasta encontrarla, también que tuve que leer el texto y que lo sentía por ello, pero que gracias a eso pude llamar a su amigo, o lo que fuera, y también quería decirle que el mayor regalo que le podía hacer a su madre era ser feliz y dar su talento al mundo, y que ella no era culpable de su muerte. Llegué al sitio mucho antes, dudaba de si era el sitio acordado. Ella llegó muy tarde, parecía enfadada, yo estaba nervioso, el inglés no me salía, parecía tonto, me temblaban las manos. Saqué rápido el cuaderno de la mochila, se lo di y me quedé paralizado, ella me dijo «Thanks» y se fue.

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