
A veces me digo cosas que no le puedo decir a nadie más, por ejemplo: «Que algo no vaya bien, a veces es un éxito. No siempre que algo te va mal es un fracaso, ni que algo vaya bien es un éxito».
Al decirlo pienso «no se lo digas a nadie, y mucho menos lo publiques, ¿eh?».
—¿Pero qué dices, chaláo? Eso que dices es una tontería, si no tienes éxito es porque lo que haces es malo, y punto.
Sé que nadie está leyendo esto (sólo los «Nadie»). La mayoría no. No me digas que esto no es un éxito.
Por eso no me voy a poner a discutir con esa idea mastodóntica de: «si no tienes éxito es porque lo que haces es malo». Prefiero susurrarte a ti (a nadie) al oído.
Para seguir con el tema, a veces me digo: «La ansiedad por el “dineréxito” está llevando a muchas personas a pasarse el día corriendo ansiosamente detrás de cualquier “Contenido que me salve de mi «no-éxito»”. O lo que es lo mismo: “Contenido que me salve de mí”.
Voy a hacer una pausa larga y aburrida por si acaso queda alguien por ahí, para darle tiempo a irse.
(Pausa larga y aburrida).
Otra ilegalidad que pienso es que eso que ya está de antemano (en ti), eso que siempre ha estado (en ti) por el mero hecho de «estar aquí en este mundo», necesita un lenguaje para expresarse (en este mundo), pero no es el lenguaje (la forma) lo que te da el contenido, ni lo que te valida. Lo que vale es lo que ya tienes de antes.
Olvidarse de esto puede producir la ilusión de que cuanto más pagas más recibes, que cuanto más grande es mejor. Este es el olvido del propio valor y lleva a necesitar cifras altas, números enormes, porque en ellos se ha puesto el valor que no se recuerda en sí mismo. «Vaya, que en esta obsesión por el valor hay mucha falta de reconocimiento del propio valor».
—Esto no lo ha leído nadie ¿verdad?
También me digo que hay trucos que funcionan y que dan la sensación de lleno. Como unirse a un ejército de adeptos, correr acompañado, o acumular novedades, sin embargo, respirar el tiempo real, lento, plano, inspirando el dolor de ser en este mundo, saborear lo que apenas cambia, practicar lo distinto de lo mismo, eso genera una sensación de un vacío pletórico y eterno.
Menos mal que no hay nadie aquí.
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