Nos conocimos jóvenes, y al poco de conocernos envejecimos.
Todo lo que no nos habíamos permitido envejecer antes, lo envejecimos de golpe al encontrarnos.
A ambos nos ocurría eso de parecer más jóvenes de lo que en realidad éramos, ambos estábamos atrapados en ese mito al que llaman «juventud», esa era nuestra enfermedad.
Estos inconscientes se unieron para envejecernos y así poder rejuvenecernos. Cada vez que algo se da por sentado, todo cambia y nos hace reaccionar, rápido, con reflejos de adolescente, sin tiempo para dudar.
El encuentro de dos personas siempre es el encuentro de dos inconscientes. Este encuentro es parte del objetivo que los inconscientes quieren alcanzar. Para ello pueden llevarte al sur para ir al norte, o llevarte al norte para ir al norte, o llevarte al norte para ir al sur, para luego perderte, porque en ese recorrido buscan alcanzar su misterioso, e indescifrable objetivo.
El poder de unos inconscientes unidos es tan magnífico, que pueden modificar el rumbo del mundo entero, aunque esto no es tan extraño si tienes en cuenta que el inconsciente de uno, en su base, es el mismo que el de todo lo que existe.
El objetivo del inconsciente no es algo concreto, es una tendencia hacía algo, y va a por ello como un animal salvaje, tiene su propia y caprichosa lógica, y su tendencia es gobernar.
El objetivo del inconsciente hay que reconocerlo, se muestra crudamente en los resultados, y hay que saber interpretarlo para conducir esa fuerza, porque él gobierna hasta que se siente gobernado. Si no se le gobierna, su fuerza es arrolladoramente destructiva, canalizada es lo más parecido a un super poder.
Igual que se puede gobernar a un león, o a un tiburón, con la presencia, se puede gobernar a esta bestia, pero no con fuerza, con autoridad (donde no hay autoridad él es la autoridad). Con autoridad verdadera, la de no esconder nada de sí, la de no proteger nada de sí, la de no pretender nada de sí, salvo lo que es.
El inconsciente siempre lleva ventaja, eso es cierto, «requiere recursos constantes» pero enseguida reconoce a la autoridad, y en ese caso deriva su fuerza en otros objetivos, otras parejas, otras carreras, otros países, otras guerras.