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Magia común



Un poema no son más que unas cuantas palabras juntas, pueden ser cuatro, o tres, o cinco palabras, o muchas más. Son palabras, una detrás de otra, sencillamente. Sin embargo, su fuerza, puede crear o destruir mundos. Un poema no necesita nada más, no le hacen falta fuegos artificiales, ni música de fondo, no hace falta una vestimenta concreta para leer un poema, el poema es el poema en ti, con lo que eres en el momento.

Lo mismo que ocurre con el poema, ocurre con la magia. La magia es sencilla, ordinaria, común, cotidiana, corriente, habitual, mundana, eso es lo extraordinario, lo insólito, lo excepcional. La magia es la acción, no su adorno. Le sobra el exceso. La magia, como el poema, como la creación, se puede ritualizar, para atravesar las limitaciones de la mente, para engañar a la lógica, para parar el tiempo. Sin embargo, el rito, como la acción creadora, ha de ocurrir con lo que tienes ahora, con lo que tienes aquí, esa es su premisa y su perfección. Con lo que tienes lo puedes expresar todo, siempre y necesariamente, si necesitas algo más, ya no hay magia, ya no hay creación. Si necesitas algo más para la magia, para el poema, para expresarte, si necesitas algo más para el ritual, si necesitas algo más para crear, es que no tienes, es que acabas de traicionar el don divino, acabas de separarte de lo que eres. Si te hace falta algo más para la acción, es que no quieres, es que pides permiso, es que no has agradecido, es que te niegas.

La magia, como el poema, es posible y necesario en cada momento, en cada inspiración, en cada exhalación y entre cada una de ellas.

Es lo pequeño que conforma lo grande.

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