Hace algún tiempo fuimos a investigar una playa de la que nos habían hablado. El camino para llegar estaba en muy mal estado, lleno de socavones y desprendido por los lados. Se veía que en algún momento estuvo asfaltado pero se había dejado de cuidar. Según nos habían contado, fue un lugar al que iba mucha gente y que por alguna razón había caído en decadencia. Desde lo último parecido a una carretera, hasta llegar cerca de la playa por ese camino, casi nos tomó media mañana. Una vez allí descubrimos una playa salvaje, llena de restos de objetos y maderas traídas por las mareas, en la que se podían ver los restos de una actividad turística abandonada, como una pequeño restaurante derruido, que dentro todavía tenía algunos restos de mesas, o la barra y la cocina que se distinguían bajo el techo caído. Después de comer me fui a dar un paseo. Al poco vi unos conejos, y me fui hacia ellos para tratar de verlos de cerca. Subí una pequeña duna de piedras y siguiendo a los conejos fui adentrándome en un extraño lugar solitario. Se notaba que hacía mucho tiempo que nadie había pasado por allí. Llegué a un punto en que se veía un valle en el que había muchas caravanas. Me acerqué. Se notaba que estaban abandonadas desde hace mucho. Seguí caminando adentrándome en esa especie de pueblo fantasma decadente.
Tenía la sensación de que alguien me observaba y me decía que no podía estar allí, sin embargo, aunque iba descalzo por un suelo con restos de cristales y demás, algo me impedía pararme.
Hacer algo o ir a algún sitio al que nadie más va, despierta uno de los miedos ancestrales más profundos, como si un resorte social de supervivencia se pusiera en alerta advirtiendo de un peligro que los otro ven y tú no, aunque también representa la posibilidad de descubrir algo desconocido para el resto.
Ya por la noche en casa me di cuenta de que tenía varias espinas clavadas en las plantas de los pies. Siete me saqué, mientras pensaba que también las plantas de los piés es un lugar oculto y que es precisamente el que está en contacto con el suelo y que son las que te permiten ir a ese lugar que sabes que tienes que ir, aunque nadie más vaya.