Esto ocurre después de uno de esos sucesos cotidianos que me hacen llevarme las manos a la cabeza para asimilarlo. Estoy sentado con las manos sujetándome la cabeza cuando, al bajar una mano, me topo con la palma, y al verla delante de mí tengo, en ese momento, la sensación de estar viéndola por primera vez, y además de esto, tengo la sensación de que mi mano es perfecta, no porque sea mejor que otra manos, ni porque tenga nada especial, sino que en sí misma, mi mano, es algo perfecto, y así, mirándola, en su perfección siento que si esa mano es perfecta, necesariamente lo es porque también lo es todo lo que no es esa mano, y es aquí cuando siento una punzada, porque eso lo incluye todo, y todo, según algo rígido en mi interior (que va más allá de una frase chula que diga que todo es perfecto porque queda bien) no puede aceptarlo, sin embargo es ahí donde mi mano, que simplemente está delante de mí, sin pretender ser nada más, sin importarle lo que yo piense de ella (porque tampoco tiene esa capacidad) de alguna manera insiste.
Yo sigo mirándola, y puedo admitir que es perfecta, impecable, pero claro, es una mano, lo que me confronta es que si esa mano es perfecta lo es porque también lo es todo lo que no es esa mano, porque si no lo fuera, mi mano simplemente sería perfecta en relación a otras manos, o por alguna otra particularidad, pero esto no es así, lo es porque lo es. Algo denso dentro de mí no puede aceptar que lo otro sea perfecto, porque yo tengo muchas objeciones, pero mi mano sigue impertérrita. Lo otro, lo que no es la mano tiene necesariamente que ser perfecto también, y lo es de tal manera, que incluye la posibilidad de que yo crea que pienso que no lo es, y este es el momento más importante de todos, porque esta perfección, que yo estoy viviendo subjetivamente, es el contexto perfecto para que yo viva la experiencia de mi imperfección, que es en sí misma una experiencia perfecta, o sea que esta perfección incluye lo que puede ser modificado y la acción que lo modifica sin que esto altere la perfección.
Y así sigo, mirando la palma de mi mano, sintiendo su perfección y la de todo lo que no es la palma de mi mano, lo que te incluye a ti.