Me dijo el pastor, -monoperro, el día que Pedro gritó por primera vez «que viene el lobo» me alerté al principio, pero enseguida supe que no venía, si conoces el campo, te das cuenta de que no era posible que viniesen lobos en ese momento, los lobos no actúan como macarras, y al ver que era Pedro el que gritaba, supe enseguida que no era cierto. La mayoría de pastores creyeron a Pedro, no todos. Cuando les dijimos que eso no era posible, no nos hicieron caso, se molestaron, su miedo estaba por encima de su percepción, tampoco sirvió de nada recordarles lo manipulador que era Pedro. Es cierto que no es sencillo de explicar por qué no es posible que los lobos aparezcan en cualquier momento, hay hechos objetivos, señales que te da el campo, el clima, el olor, la temperatura y la percepción propia sobre todo, pero ellos con el susto no tenían espacio para aquello. La segunda, tercera y demás veces que Pedro, que disfrutaba viéndolos tan asustados, volvió a gritar aquello de «que viene el lobo», volvimos a hablar con ellos, verlos con las ovejas guardadas no era agradable ni bueno para su supervivencia. Por supuesto que es un problema que Pedro sea un gamberro, o un psicópata, pero dejarse engañar por el que siempre engaña, rechazar el conocimiento, y despreciar la percepción propia me parece más problemático. Pero no sirvió de nada decírselo, incluso se molestaron con nosotros, nos llamaban irresponsables por sacar nuestras ovejas. El día en que de verdad vinieron los lobos, yo y algunos otros pastores ya habíamos guardado nuestras ovejas, lo habíamos sentido. Cuando escuché a Pedro gritar de nuevo, pensé que ojalá esa vez sí le hicieran caso. Fue una masacre terrible, y te diré, monoperro, que Pedro lo disfrutó y puede que lo incitara. Los pastores afectados la tomaran con nosotros, nos acusaron de no avisarles, aunque es lo que llevábamos haciendo todo ese año, aquello nos hizo mucho mal a todos. Si el miedo anula nuestra percepción, que es el mayor poder que tenemos, es porque produce una fuga que vacía la autoridad propia. Lo que no es de extrañar es que fuese, precisamente, Pedro el que luego les vendiese un sistema «infalible» para evitar ataques de lobos.
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