
Durante muchos años había estado esperando ese momento, el momento de recibir el divertido regalo con el que el Rey agradecía el trabajo a los miembros de su reino.
Cada año, rotativamente, el Rey otorgaba a una de las siete comarcas de su reino un regalo. Para ello se elegía a un vecino de la comarca como representante y se le preguntaba qué quería como regalo. El regalo incluía un divertido secreto, un secreto que todo el mundo conocía. Por supuesto él también lo conocía y eso es lo que llevaba tiempo esperando.
Le vinieron a recoger para poder pedir su regalo ante el Rey. El Rey disfrutaba de ese momento como si fuera un niño, sobre todo cuando desvelaba el secreto, que todos, a su alrededor, simulaban no conocer.
Cuando estuvo ante el Rey, este le preguntó cuál era el regalo que iba a elegir. Él disimuló, como si no supiera que el secreto de aquel regalo era que de lo que pidiese, a sus vecinos de comarca, se les daría el doble.
El Rey, nervioso, esperaba la respuesta para desvelar el divertido secreto. Él se relamió y despacio le contestó al Rey: De regalo quiero que me saquen un ojo.
*Esta es mi versión de un cuento que me contaron hace mucho que no sé de quién es o si es anónimo.
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