No es posible.
No es posible en absoluto.
Quizás, al principio creas que sí, usando algún tipo de tecnología; un espejo, una foto, pero no, no es posible, y esto que no es posible, es una de las cosas más importantes que hay, te lo digo en serio.
A lo que me refiero, eso que no es posible es verse el culo directamente.
Ni siquiera —puede que lo estés pensando— con algún tipo de especial habilidad de contorsión.
Si lo piensas, la gran mayoría de las personas que han pasado por este mundo, con forma de persona, no han podido ver su propio culo ni de reojo, ni siquiera, la mayoría, pensaron en ello alguna vez. Puede ser que alguien, por casualidad, lo viera reflejado en alguna superficie, en un espejo, en el agua de un río, y puede, que últimamente, alguien haya visto una foto o un vídeo de su culo, pero este truco tecnológico no cambia la naturaleza de este símbolo, que es, quizás, el más profundo, complejo, y olvidado por la función vergonzosa del propio culo.
Esto también ocurre con el otro gran símbolo de la identidad, que no es posible vérselo directamente, sin embargo, la cara, es el símbolo de la identidad pública, y el culo de la identidad privada.
La cara es lo visible, y el culo lo oculto.
La cara representa lo conocido, y el culo representa lo desconocido.
La cara y el culo no son nada el uno sin el otro, son símbolos opuestos y complementarios, y aunque el culo esté detrás, no se puede vivir de espaldas al culo si se pretende salir de las creencias limitantes sobre el propio ser.
Si la cara representa lo que crees que eres, el culo representa lo que crees que no eres, y es en esta lucha entre estas creencias, donde se produce todo conflicto —y desde el culo se podrían entender la mayoría de los conflictos no sólo privados, también los colectivos—.
Por todo esto, es necesario, ante todo conflicto, no sólo dar la cara, también dar el culo.
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