Consin vivía en una casita al lado de un camino, con su papá y su mamá.
A Consin le gustaba mirar desde detrás de la valla que separaba su casita del camino.
Consin siempre preguntaba a quién pasaba por delante de su casita, cómo llegó hasta ahí, cómo se hace para estar al otro lado de la valla, pero Consin nunca recibía una respuesta suficientemente clara, parecía que nadie le quería decir cómo hacerlo.
Consin preguntaba y preguntaba, cómo se hace, ¡cómo!, pero de nada servía.
Un día pasó alguien muy extraño. A Consin le dio mucho miedo al verlo, porque este ser no tenía rostro. Este extraño paseante se acercó a Consin y de un pequeño pañuelo rojo sacó un cisne que se lanzó a volar. De golpe, el cisne, agarró a Consin y se lo subió encima, y volando cruzaron la valla. Consin miraba su casita, que cada vez se hacía más pequeña.
Encima del cisne voló hasta un bosque, y al aterrizar el cisne desapareció y en su lugar apareció una vara en la que ponía su nombre: Sincon.
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