Toda crisis, independientemente de su tamaño, de su ámbito, o de su alcance, comienza con una mentira. Puede que sea una mentira bondadosa o inocente, o una que trata de ocultar una inseguridad para obtener un beneficio, o, como ocurre muchas veces, porque se piensa que más adelante se corregirá eso por lo que se miente (se miente por un supuesto bien mayor).
Algo construido en base a una mentira necesita de más y más mentiras para seguir adelante, y requiere de la necesidad de «hacerse el tonto» a menudo para no ver las señales del error, y así, a cada señal hay que crear una nueva mentira. Sin esta constante «ceguera» no es posible construir así.
Mentir para empezar a construir algo, implica una incoherencia, que es la que va a mostrarse al final, en la crisis, por eso, toda crisis, es la manifestación de una incoherencia interna de la estructura en crisis, y esto es así, porque la mentira es inestable y requiere de remiendos para tapar las grietas y compensarla. La mentira no funciona si no es con otra y otra mentira que la encubra, como una construcción hecha a base de piezas defectuosas, que requiere de cien veces más piezas, para poder sostenerse. Cuando llega la crisis, consecuencia de sumar errores, antes o después, grande o pequeña, a lo que refiere siempre es a la primera mentira.
Estos procesos funcionan como un embrujo. Este embrujo puede producirse a escala mundial o en algún ámbito personal, y anula la capacidad innata más poderosa que existe (la percepción, la intuición, la clarividencia, como quieras llamarlo). Esta capacidad es en la que se basa no sólo la propia seguridad, o la propia presencia, si no también la interpretación del mundo en el que vives, y por lo tanto, el mundo en el que vives.
Cuando se construye en base a una mentira, el embrujo anula esta capacidad, y la anula con un exceso de «argumentos».
Aunque la mentira sea en un ámbito menor, esta capacidad se tiene que anular, porque si no, cada cierto tiempo, se va a mostrar la mentira, cruda, como una mancha de sangre en un lienzo blanco.
Toda crisis desvela la existencia de una verdad, de un «alma», encerrada en una cárcel de negación.