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¿Qué día es hoy? ¿Qué día soy?


Durante años estuve tratando de sostener que el día de mi cumpleaños era un día como otro cualquiera, y así las otras fechas, era una forma de rebeldía abstracta contra la autoridad, y por lo tanto una forma (más) de pedir, y como cualquier postura de enfrentamiento, una manera de sostener la guerra contra uno mismo.

Una fecha puede ser todo o nada. El contínuo de la vida, la naturaleza, no tiene fechas, tiene ritmos. La fecha, la estación, el mes, el día, la hora, son los símbolos del ritmo, de ahí su poder, porque pocas cosas tan poderosas como el ritmo, pero también es el número, y el número es algo que conecta lo humano y lo divino, en ese espacio humano y divino que es la mente, y en el número está el kosmos, por eso el cumpleaños no es una fecha más, no en esta realidad.

La fecha puede ser ignorada, cambiada o negada, la fecha es parcial, por cultural, social, familiar, sin embargo, como todo lo que en estas estructuras reside, tiene una influencia inmensa y puede ser algo que permita o que impida, eso ya es cuestión del lugar dónde cada uno se coloca en esa estructura.

La fecha, como acuerdo interno, como forma con sentido, es enormemente poderosa, es el golpe del tambor, es la inhalación y la exhalación, y contiene el misterio de la paradoja de dejar de ser para ser, o de ser para dejar de ser. Eso sí, siempre desde el respeto al número, por viejo, pero sabiendo que el número ha de ser gobernado, como cualquier otro espacio arquetípico de la mente, y no al revés, ser gobernado por el número, no sólo es una superstición vana, es negarse.

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